Cada día sabemos más y entendemos menos. Albert Einstein

domingo, 30 de mayo de 2010

Publicidad y niños, cóctel explosivo

Hoy en día, una de los hecho universales que con mayor certeza se han constatado es la siguiente: los niños son LOS REYES DE LA CASA. Cuando yo era pequeña, recuerdo que mi padre me llevaba al colegio y en la radio del coche escuchábamos a Luis del Olmo; cuando viajábamos, o no se escuchaba nada o se escuchaba la música de mis padres y cuando en casa se ponía el telediario, ni las moscas interrumpían al presentador con su zumbido. Hoy, la mayoría de los padres conocen de memoria la programación de Disney Channel porque en casa no se ve otra cosa; han memorizado todas las letras del “Cantajuego” a base de escucharlas en el coche hasta la saciedad y los Tele-Tubbies son unos miembros más de la familia. Como digo: los reyes de la casa. Y los fabricantes de juguetes y productos infantiles, como los publicistas, lo saben.




La sociedad de consumo nos ha hecho consumistas. Cuando los fabricantes de productos se dieron cuenta de que los habitantes del mundo civilizado teníamos por fin nuestras necesidades cubiertas, empezaron a maquinar la manera de hacernos creer que seguíamos necesitando cosas. Para ello, empezaron a valerse de la publicidad. En 2004, los anunciantes de todo el mundo se gastaron 370.000 millones de dólares en mostrarnos las bondades de sus productos. Hoy, un ciudadano medio recibe una media de 3.000 impactos publicitarios diarios. Fuerte, ¿verdad?


La mayoría de los adultos hemos aprendido a impermeabilizarnos a estos mensajes, aunque debemos reconocer que todos caemos en su influjo de vez en cuando. Si los adultos tenemos difícil no sucumbir a esta “manipulación” los niños son infinitamente más vulnerables. Los anuncios de juguetes, golosinas, comida para niños, etc. no van dirigidos a los padres, que son los que tienen el dinero para comprar esas cosas a sus hijos, sino que se dirigen directamente a los niños, muchas veces aprovechando su ingenuidad, su candidez, su exceso de imaginación y su limitada capacidad para evaluar la veracidad de la información, presentando los bienes como algo que realmente no son o revistiéndolos de cualidades inexistentes con efectos especiales, decorados fastuosos o utilizando la imagen de personajes conocidos para ellos.



 Tanto es así, que la publicidad infantil ha sido y es objeto de un debate muchas veces polémico. Aunque se han hecho esfuerzos por regular la actividad publicitaria cuando ésta se refiere a la infancia (ver el Código Deontológico para Publicidad Infantil), lo cierto es que seguimos viendo anuncios para niños que vulneran las más básicas normas éticas. Por tanto, corresponde a los padres y a la comunidad educativa hacer un esfuerzo por formar niños con capacidad de discernimiento y sentido crítico: consumidores responsables desde pequeños.

Hace años los anunciatnes eran más respetuosos con los niños, no querían engañar a nadie:


Y mirad ahora...